PROGRAMA IBA – AVES MARINAS DE LAS ISLAS ATLÁNTICAS
Son el grupo de aves más amenazado a nivel mundial.
Las aves marinas están específicamente adaptadas para desarrollar su ciclo vital en las duras condiciones que impone el medio marino. Su medio natural es el mar, ya sea en el aire, posadas sobre el agua o buceando, y únicamente acuden a tierra firme para reproducirse. Esta alta especialización tiene como consecuencia que son particularmente vulnerables a la degradación de los mares.
No en vano, son el grupo de aves más amenazado a nivel mundial incluso por encima de las aves que viven en las selvas tropicales. A las molestias y problemas a los que se enfrentan en tierra, como la reducción del hábitat disponible para nidificación o la depredación, hay que sumar otros factores negativos como la disponibilidad de alimento en el mar, la mortalidad accidental por la pesca, la contaminación o la proliferación de diversas infraestructuras.

El 96% de las aves marinas son coloniales (Coulson, 2001). Este hábito es un componente que condiciona mucho su biología reproductiva. Las aves marinas explotan los recursos de un medio donde las posibilidades para anidar son muy limitadas. Los lugares aptos para la reproducción se restringen a las islas, a la línea de costa de los continentes con acantilados o a ciertas áreas que, geomorfo-lógicamente, las ayuden a protegerse de los depredadores.
Por ello, muchas veces los lugares aptos para las colonias están lejos de las zonas de alimentación, lo que exige a ambos progenitores implicarse en la búsqueda de alimento y recorrer largas distancias durante días, semanas o incluso meses (en algunas especies de albatros) mientras el pollo (raramente más de uno) se queda solo en el nido la mayor parte del tiempo. A consecuencia de ello, las aves marinas dedican mucho más tiempo que otras especies a la cría, lo que conlleva un esfuerzo energético muy importante y una gran inversión vital. Las especies de mayor tamaño, por ejemplo, no vuelven a criar hasta que transcurren un par de años como mínimo.
Las islas atlánticas de los archipiélagos de Salvajes y Desiertas tienen una importancia destacable para las aves marinas en el contexto de los sistemas insulares del Atlántico norte (región bigeográfica macaronésica). Están muy alejadas de los continentes y no tienen núcleos de población humana. En la actualidad se mantienen a salvo de depredadores como los gatos y las ratas sobre los que, además, la Administración realiza campañas de control con regularidad. Son un “paraíso” para las pardelas, petreles y paíños y prueba de ello es que son el único enclave europeo en el que los animales se encuentran en plena actividad en la colonia durante el día, ya que lo habitual es que únicamente visiten los nidos ya bien entrada la noche para evitar a los depredadores.
Salvajes
El archipiélago de Salvajes mantiene a una de las principales colonias de aves marinas del Atlántico. Destaca la isla de Salvaje Grande con importantes poblaciones de pardela cenicienta (Calonectris diomedea), petrel de Bulwer (Bulweria bulwerii), pardela chica (Puffinus assimilis), paíño de Madeira (Oceanodroma castro) y paíño pechialbo (Pelagodroma marina). En la isla Salvaje Pequeña no existen especies de vertebrados terrestres y es notable la gran colonia de paíño pechialbo.
Desiertas
Se trata de un lugar de cría extremadamente importante para cinco de las especies del orden Procellariiformes. Es el único área de reproducción en Europa del petrel de Bugío (Pterodroma feae), endemismo macaronésico que nidifica en la meseta de Bugío, al sur de Desierta Grande. Allí también se encuentran importantes colonias de petrel de Bulwer (Bulweria bulwerii), pardela cenicienta (Calonectris diomedea) y paíño de Madeira (Oceanodroma castro). En menor número, aunque no por ello menos importante, existe la presencia de pardela chica (Puffinus assimilis). En las otras tres islas que conforman el archipiélago se reproducen el charrán común (Sterna hirundo) y la gaviota patiamarilla, concretamente la subespecie atlántica Larus michaellis atlantis.