Los tiburones tienen un papel clave en los ecosistemas marinos. Como depredadores tope, mantienen las poblaciones de otros peces sanos y en la proporción adecuada. Ahora, debido a la acción humana, estos animales presentes en los océanos desde hace casi 450 millones de años, están experimentando un declive en sus poblaciones. Según el estudio publicado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 2014, una cuarta parte de los tiburones y rayas del planeta se encuentran amenazados de extinción.

Se calcula que entre 63 y 273 millones de tiburones mueren cada año víctimas de la sobrepesca, las capturas accidentales y el cercenamiento de aletas (también conocido como aleteo o finning). Este último consiste en capturar a los tiburones, subirlos a bordo y, aún vivos, cortarles las aletas. Luego, mutilados, se arrojan de vuelta al mar, donde inevitablemente mueren.

Lo que mueve esta práctica es lógicamente un negocio. Las aletas se exportan a los mercados asiáticos para la elaboración de la tradicional sopa de tiburón, considerada un símbolo de riqueza y prestigio, por el que los compradores están dispuestos a desembolsar ingentes cantidades de dinero.

Según datos publicados por la FAO (capturas legales declaradas), los tres principales productores del mundo en 2011 fueron Indonesia, India y España. Siendo este último el responsable de más de la mitad de los desembarques de tiburones y rayas de la Unión Europea.

Sin embargo, se estima que las toneladas reales de tiburones pescados a nivel mundial son mucho mayores que las facilitadas por la FAO. Worm et al. publicaron en 2013 un estudio en la revista «Marine policy« que calculaba cuál podría ser el valor real a nivel mundial de tiburones muertos anualmente fruto de la pesca.

A las capturas legales se les debe sumar, por un lado, todos aquellos tiburones que se pescan pero que no se declaran, que corresponderían al grupo IUU (Illegal, Unreported and Unregulated). Por otro lado, estan los tiburones que no llegan a tierra. Estos incluyen los cuerpos fruto del finning y «descartes», y los tiburones que se vuelven a liberar vivos después de ser pescados, pero que acaban muriendo debido a daños causados ​​por la pesca.

Así pues, según este estudio (Worm et al., 2013), los valores publicados por la FAO supondrían sólo el 24% de las toneladas reales de tiburones muertos anualmente a nivel mundial. Abriendo así la posibilidad de que haya países que pesquen grandes cantidades de tiburones y que quizás ni siquiera estén en el «top ten«, según los datos de la FAO.

El finning lleva técnicamente prohibido en la UE desde 2003, pero el reglamento presentaba un conjunto de vacíos legales que suponían una gran dificultad para controlarlo. Finalmente, en julio de 2013, se aprobó la modificación del reglamento europeo sobre el aleteo (nº 605/2013 del 12 de junio de 2013), por el cual se modificó el anterior y se estableció la medida de obligar a desembarcar los cuerpos de los tiburones con las aletas adheridas.

Este hecho supuso un perjuicio económico para las flotas europeas, particularmente la española, pero un gran logro para la conservación de los tiburones. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer.